Buenos Aires, 9 de marzo de 2021
Querida Comunidad y amigos de la Parroquia San José del Boquerón
En primer lugar quiero agradecerles a los que me escribieron personalmente pidiéndome que revea la decisión del traslado del padre Juan Carlos a la Enfermería del Colegio Máximo. Esas cartas muestran el cariño que le tienen a Juan Carlos y sobre todo lo que él ha sembrado en su vida entregada durante tantos años en la Parroquia de San José del Boquerón.
Así como ustedes exponen sus razones desde la perspectiva del cariño que le tienen, quiero exponer las mías. Lo hago desde el cariño que le tengo al padre Juan Carlos y más aún, desde la responsabilidad que los jesuitas tenemos en esta misión en San José del Boquerón.
Los jesuitas somos una comunidad religiosa. Hacemos votos de pobreza (es decir de compartir nuestros bienes), de castidad (entregamos nuestra vida a la misión de Dios sin tener mujer ni familia propia), y de obediencia (de ir a donde se nos envíe para ayudar a la misión de la Iglesia). Somos una comunidad misionera.
El padre Juan Carlos es miembro de nuestra comunidad jesuita y llegó allí hace más de 45 años misionado; no fue por su propia cuenta. Más allá de que él deseara esa misión y le haya dado con pasión toda su vida. De hecho todos los jesuitas hacemos eso en las misiones que se nos encomiendan; lo hacemos dándolo todo, con nuestras virtudes y defectos, aciertos y errores. Ysabemos claramente que esa misión es “prestada” a cada uno porque somos servidores quehacemos lo que tenemos que hacer durante el tiempo que nos toca. El tiempo que le tocó al padre Juan Carlos ha sido largo. Después de mucho tiempo, por fin podemos tener una comunidad conformada allí con tres padres jesuitas que van a continuar la misión. Eso significa que la Compañía de Jesús quiere darle continuidad a la obra en la que el padre Juan Carlos ha empeñado gran parte de su vida.
Es momento de que el padre Juan Carlos acompañe desde otro lugar. Como ocurre con todos los compañeros jesuitas después de una larga vida de acción apostólica. Somos una comunidad y por eso mismo cuidamos de los nuestros y disponemos del modo de cuidarlos. Para eso es la Enfermería de la provincia. Allí el padre Juan Carlos como los demás compañeros tienen el cuidado que necesitan. Debo decir que no me parece justo que unos compañeros estén en la Enfermería como debe ser y otro compañero, por determinadas excepciones, no lo esté.
Para los compañeros jesuitas que viven en la Enfermería es el momento de sostener con su oración la misión activa de otros compañeros. Desde que empezamos nuestra vida como jesuitas, todos sabemos que ese es nuestro destino. Todos los compañeros de la enfermería han dado lo mejor de sí y han recibido el cariño de las comunidades a las que sirvieron.
Llega un momento en que los jesuitas sabemos que tenemos que hacer espacio a otros compañeros que trabajen donde nosotros lo hicimos y debemos dejarle libertad de acción. Por eso ya no podemos permanecer en el mismo lugar y debemos ir a donde se nos misione. El padre Juan Carlos estuvo en Boquerón más de 45 años, ahora hay otros compañeros que continúen con la misión que se nos encomendó a la comunidad Jesuita. A pesar de las dificultades de salud que el padre Juan Carlos tiene desde 2010, fue dejado unos años más por atención a sus años de entrega solitaria allí. Ahora ha llegado el momento de hacer lugar a otros en la misión activa y dedicar su vida a rezar y sostener la misión con sus buenos deseos y oraciones. Y ser cuidado por su propia comunidad.
La vida en la enfermería es claramente diferente a la del Monte, sin embargo es un lugar en el que el padre Juan Carlos tendrá los cuidados que necesita, puede recibir visitas y también podrá de vez en cuando, volver a visitarlos No se lo echa de ninguna parte; cumplió su misión y hace espacio para que otros compañeros puedan seguir cosechando lo que el padre Juan Carlos y otros compañeros que pasaron por allí sembraron. También les tocará a ellos sembrar generosamente ahora, para que otros cosechen en el futuro.
Comprendo que esto puede ser difícil de entender, hasta duro; pero es nuestra vida. Ninguna de nuestras misiones es para siempre. No es tampoco una misión personal, no nos labramos el propio futuro de vivir dónde queremos y pasar los años de la tercera edad dónde queremos. Lo sabemos desde el inicio de nuestro camino en el noviciado. El padre Juan Carlos lo sabe y por eso lo ha asumido con tanta disponibilidad y espíritu religioso.
Jesús dice en una parábola del evangelio que después de haber hecho lo que se nos encomendó,debemos decir, “somos simples servidores, hicimos lo que se nos encomendó hacer”. El PadreJuan Carlos puede decir eso con paz y alegría. Ha hecho mucho; tanto que ayudó a muchísima gente y también mantuvo encendida la llama de la presencia de los Jesuitas en Boquerón. Ahora son otros compañeros los que toman la antorcha y siguen. Seguimos los jesuitas allí, como comunidad.
Comprendo el dolor que toda despedida causa. Comprendo también la dificultad que puede causar aceptar la partida de una persona que ha dado tanto.
Lo que sí les puedo prometer es que los jesuitas seguimos comprometidos con nuestra misión en Boquerón. Como comunidad.
Le vuelvo a reiterar mi agradecimiento a ustedes por el cariño que le tienen al padre Juan Carlos, y hago expreso mi agradecimiento a él por todo el bien que ha hecho en estos fecundos años y también por su disponibilidad para esta nueva misión.
Que Dios los bendiga
Rafael Velasco S.J.
Provincial